domingo, 6 de marzo de 2016

Balance 2015

Ya llevo varios años haciendo balance del año marcando los días buenos, malos y muy malos uno a uno. Lo hice en 2012, en 2013, en 2014 y ahora en 2015, eligiendo así los colores:

  • Rosa: para los días buenos (o los normales).
  • Marrón: para los días malos.
  • Gris: para los días muy malos, casi dramáticos.


¿Qué ven mis ojos? ¡Sí, ahí, a mitad de julio! ¡Dos días muy malos, por primera vez desde que hago este balance! Pues sí, un par de días dramáticos que me tocó vivir, en una experiencia que por poco trunca mis sueños. Afortunadamente, pude salir de aquella a base de trabajo, disciplina, paciencia y apoyo de mi familia y amigos. Si no lo hubiera conseguido, no sé si hubiera podido levantar cabeza.

Vayamos a las estadísticas:
  • De los 365 días del año, 65 han sido malos, 2 muy malos y 298 han sido buenos, es decir, ha habido un 18% de días malos y muy malos, una media de 5'58 días malos al mes.
  • El periodo más largo de días buenos ininterrumpidos fue del 12 al 5 de noviembre, es decir 25 días. Y de no ser por el día malo previo a la cuenta (11 de octubre), hubieran sido 39 días buenos seguidos. Hubiera sido un récord casi imbatible.
  • Los meses con más días malos han sido julio y agosto, con 10 días cada uno, un tercio del mes. Y julio, que tiene los dos días muy malos, lo que hacen que, oficialmente, el verano fuera una mierda.
  • Los días de la semana con más días malos han sido los domingos, con 12 días. Le sigue el viernes con 11 días y uno de los dos días pésimos. No se me dan bien los fines de semana.

Entonces, ¿cómo ha sido el año 2015?

Muy extremo: muy bueno y muy malo. Hay grandes periodos de días buenos y esos dos malditos días malos que dieron pie a un limbo de mierda que duró casi tres meses. ¿Que hay cosas peores en la vida que aquello? Claro que sí. Pero aquella experiencia me enseñó muchas cosas que espero que me ayuden a encarar los próximos días pésimos que vendrán. Porque vendrán, sin duda alguna. La vida nos da momentos, sueños y personas que poco a poco van desapareciendo conforme nos hacemos mayores.

Viendo mi 2015, y lo que llevamos de 2016, creo que la vida es como una apuesta que alguien hace para ver si eres capaz de resistir lo que se te viene encima. Cuanto más mayores nos hacemos, más nos adentramos todos en el bosque de las enfermedades, las complicaciones burocráticas, las responsabilidades inútiles y las pérdidas.

Pero siempre se puede tener esperanza. Yo también la tuve y acabé mi año casándome con la mujer que me ha querido y apoyado desde hace tanto tiempo, incluso cuando no estaba. A ella le debo poder estar escribiendo estas líneas aquí, ahora.