martes, 16 de enero de 2018

Balance 2017

Llevo desde 2012 marcando en un calendario cómo fue cada día de mi vida, según tres colores (para días buenos, malos y nefastos). Seguí haciéndolo en 2013, en 2014, en 2015, y en 2016. Este año pasado, 2017, lo volví a hacer, y elegí así los colores:
  • Naranja: para los días buenos (o los normales).
  • Azul: para los días malos.
  • Negro: para los días muy malos, casi dramáticos.




Sin necesidad de entrar en las estadísticas, os cuento que 2017 ha sido un año malo. Dos eventos marcaron el año: el fallecimiento de uno de mis mejores amigos (6 de junio) y el devastador terremoto que viví en Ciudad de México (19 de septiembre). A este punto, por muchos días buenos que haya habido (sobre todo hasta el 6 de junio), 2017 ya está en mi categoría de "año horrible".

Las estadísticas quedan así:

  • De los 366 días del año (el segundo bisiesto desde que hago este análisis), 70 han sido malos o nefastos y 296 han sido buenos, es decir, ha habido casi un 20% de días malos. De otra forma: uno de cada cinco días ha sido un día malo. Eso es mucho para la vida de cualquier persona.
  • El periodo más largo de días buenos ininterrumpidos fue del 16 de octubre al 20 de noviembre, son 36 días buenos consecutivos, que por un solo día no supera a los 37 días buenos consecutivos de 2015.
  • Los meses con más días malos, como era de esperar, han sido junio (con 13) y septiebre (con 10). Cabe destacar que en junio hubo muchos días malos tras el fallecimiento de mi amigo. En septiembre, tras el terremoto, hubo un fenómeno inverso: se dieron bastantes "buenos" días, tal vez por la sensación de haber sobrevivido a una tragedia global y arbitraria.
  • Los días de la semana con más días malos han sido los martes, con 11 días, incluyendo los dos días nefastos mencionados

Resumen del año 2017

Un año malo. Ha muerto un buen amigo, al que daba por hecho que volvería a abrazar algún día, y a reírme con él de nuestras cosas, y ahora ya no está aquí. Además, murió mucha gente a mi alrededor durante el terremoto. Mientras yo dormía tranquilamente (a duras penas pude) en mi cama aquella primera noche, había gente atrapada bajo los escombros no muy lejos de mi casa; gente que posiblemente por una hora no fueron rescatados a tiempo. Nadie puede prepararte a ese síndrome del superviviente.

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