martes, 20 de noviembre de 2012

"De pronto sucede aquello...

...en un momento eterno,
quien te saca del infierno,
es quien te muestra el destello."


(Falsa cita de "La vida es sueño", de Pedro Calderón de la Barca)

lunes, 19 de noviembre de 2012

Historias del Frío

Siempre que se acerca el invierno, recuerdo un libro: "Historias del Frío". Habla del Nueva York de los años 80, en los que La Ciudad era un conglomerado de penurias, dolor y almas esparcidas por el Lower East Side, ahora floreciente semilla de convivencia cool, pero en aquellos tiempos cárcel de miseria y abandono social.

Los primeros inmigrantes vinieron de Puerto Rico. Así, a aquella generación de portorriqueños que se establecían en Nueva York se les llamó nuyoricans (mezcla ente nu-york y Puerto Ricans). Su destino principal fue, como digo, el Lower East Side, un nombre que también sufrió una transmutación fonética entre los nuyoricans, dando lugar a Loisaida.


En la portada del libro, la tilde está remarcada porque, como bien se explica en el interior, el frío de aquellas casas okupadas (permitidme esa k), sin ni siquiera cristales, era como una punzada constante que no te dejaba dormir. El que ha conocido Nueva York en invierno puede imaginar lo que pudo significar soportar aquellas espantosas temperaturas nocturnas.

Una de esas casas era (es) la conocida como "Umbrella House". El nombre se debe a una tradición que los vecinos cumplen cuando comienza el verano: reúnen numerosos paraguas que ellos mismos, y cualquier transeúnte que lo desee, pintan con vivos colores y originales formas, y que luego cuelgan de la fachada. Si os fijáis bien, en la portada del libro se ve este edificio.

En la "Umbrella House" vivía Ricardo León Peña-Villa, poeta, escritor, locutor de radio, vividor y autor del libro "Historias del Frío". En mi segunda visita a Nueva York, en 2009, pude conocerle. Se presentó como alguien con nombre de rey-animal-roca-ciudad. Bebimos juntos, fumamos juntos y leímos poemas improvisados. Aquella noche, pese a que yo ya no vivía allí, fue digna de haber sido relatada en el blog que abrí durante mi estancia en La Ciudad.

En su casa tenía una pared que aglutinaba las firmas de todas las personas que han pasado por allí. Las vidas de aquellas personas, que habían dejado un rastro de tinta, sangre y vómitos en aquella pared, apenas dejaban un centímetro libre para escribir. Él me ofreció firmar, dedicatoria incluida, y le dije, aún no sé muy bien por qué, que prefería hacerlo en otra ocasión.

Aquel momento nunca llegó. Ricardo León Peña-Villa falleció inesperadamente unos meses después. Se fue como los grandes poetas, dejando tras de sí una estela de misterios, sórdidas historias y pinceladas de su vida, recopiladas en este y otros libros de narrativa y poesía. Fue una gran pérdida para Losaida, el barrio que le entregó y le arrebató una nueva vida, como a tantos emigrantes que van a La Ciudad para nunca volver.

No sé cuándo volveré a Nueva York, pero sí sé que ya nunca volveré a tocar esa pared, ni a dejar mi impronta sobre su superficie, ni a fumar con Ricardo. Pero cada vez que vuelvo a conocer el Frío extremo, el que no te deja dormir y se clava como metralla en tu carne, pienso que de alguna manera ya dejé mi huella en esa pared, porque esa pared era parte de Nueva York, al igual que yo.