Vaya por delante lo difícil que es escribir constructivamente sobre feminismo sin que se malinterprete. Cada palabra esconde mil trampas, recovecos y dobles sentidos que podrían provocar que, si no estás atento, puedas ser pasto de la ira social.
Pero tengo que hacerlo. Y más, porque
he visto "Wonder Woman", le película de moda, y no dejo de leer artículos que exaltan el trasfondo feminista del filme de Patty Jenkins, representados, en mi opinión, por
este. Vaya igualmente por delante que su autor, Juan Sanguino, me parece que escribe requetebién y tiene un enfoque muy documentado y certero en prácticamente todos sus artículos que he leído (que, por cierto, son bastantes... ya casi me considero lector habitual suyo). Por otro lado, obviamente yo no soy Vanity Fair, ni tengo el alcance de sus publicaciones, pero hoy quiero ser David contra Goliat en el análisis feminista de "Wonder Woman". ¡Vamos allá!
Al grano. Creo que hay una concepción equivocada del feminismo en esta película. La protagonista,
la Princesa Diana de Temiscira, entra en contacto con la civilización moderna de principios del siglo XX y es rebautizada como Diana Prince para poder amoldarse y pasar desapercibida. En varias conversaciones con Steve Trevor,
conoce lo absurdo que hay en algunos convencionalismos sociales (aplicables a la actualidad)
como por ejemplo el matrimonio, el (para ella, prescindible) rol masculino para proporcionar placer sexual a las mujeres, o la constrictora moda femenina de la época.
Esto es un buen punto de partida, pero el alegato se tuerce por un pequeño detalle:
Diana es presentada como feminista por exponerse a un mundo bizarro y desconocido donde las reglas son antinaturales, no porque ella haya hecho un ejercicio de concienciación y haya decidido enarbolar la lucha. Más bien, se muestra a Diana Prince como una mujer ingenua, que observa (y aprende) con estupor las normas del mundo exterior a Temiscira.
Hasta ahí, este feminismo podría ser perfectamente válido, pero el auténtico problema llega después, cuando Steve le convence de que era imposible persuadir al comité de hombres que deciden las directrices de la guerra. Entonces,
Diana elige buscar a Ares en la zona más cruenta de la Gran Guerra. Está convencida de que haciendo las cosas a su manera puede luchar
contra los males del mundo. ¿Y cuál es esa manera? Enfrentándose a los
alemanes en el frente de batalla.
En el momento en que Diana sale de la trinchera, con andares de top model, la película se vende al concepto de feminismo como "mujer soltando mamporros". Steve Trevor y su equipo de mercenarios son unos peleles a los que Diana tiene que proteger. Eso sí, el protagonista masculino se llama "Steve", como el Capitán América y su escudo maravilloso, para que nuestro subconsciente no nos haga pensar que es un héroe de pacotilla. Gol fantasma de DC a Marvel.
Entender el feminismo como "inversión de roles" es la primera gran trampa de esta película y de tantas otras que han intentado conquistar este territorio, como las sagas "Underworld" o "Resident Evil".
Lo que empieza en "Wonder Woman" como un camino revolucionario de denuncia de las convenciones sociales falocráticas se convierte en un espectáculo de pirotecnia donde, para justificar que Diana tenía razón, nos materializan a Ares y la película se convierte en un videojuego con pelea contra el monstruo final incluida. ¿No hubiera sido mejor que Ares quedara como un concepto, algo que
la cultura rap ha reflejado con mucho acierto?
Y, por si fuera poco, también hay romance, que
es algo que hay que poner en una peli para mujeres, porque a las mujeres les gusta mucho el romance (por favor, entiéndaseme) e
incluso (por favor, entiéndaseme) también hay placer carnal entre Diana y Steve (sugerido en el plano de la ventana del hotelito tras su beso), insinuando que por muchos volúmenes que te hayas leído sobre los placeres de la carne, no hay nada mejor que retozar con tu churri.
El hecho de que la artífice de la película, Patty Jenkins, sea mujer, no garantiza ni mucho menos que "Wonder Woman" sea feminista. Ignoro qué lobbies o qué manos han modelado el proyecto en estos 12 años (tengo mis sospechas), y, por darle el beneficio de la duda a Jenkins, me encantaría conocer cómo fue el primer borrador del guion.
La otra gran trampa somos nosotros en el mundo real.
Creemos que La Mujer Maravilla es un modelo para muchas niñas porque somos nosotros, como individuos adultos, padres, o educadores, los que aplicamos ese rol de "mujer fuerte" en esos modelos. Creemos que una niña crecerá más fuerte si se identifica con una heroína peleona como Diana. Y no. Se nos olvida que
una niña, o un niño, interpreta esos valores en el juego, y no le importa si su heroína favorita es blanca, negra, rubia, morena. Los niños no ven lo que nosotros vemos, y los adultos pervertimos los símbolos decidiendo qué es apto y qué no lo es para cada niño.
Somos nosotros los que regalamos a las niñas kits de maquillajes, vestiditos, pulseras, pendientes y muñecas. Somos nosotros los que regalamos a los niños balones, cochecitos, bloques de construcción y espadas de plástico. "¡Qué niña más guapa!" o "¡pareces una princesa!" son el primer paso para que una niña busque validar constantemente la admiración de los adultos en todo lo que hace. Si los adultos le adulan al ponerle una falda, ella elegirá esa prenda (si es que puede elegir) cada vez que tenga ocasión. Con los niños sucede igual: "tú eres mi campeón, ven con papá a jugar a la pelota, que algún día serás un gran futbolista".
Lo único que hace "Wonder Woman" es expiar nuestra culpabilidad
inconsciente, porque sabemos que somos parte del problema de la errónea
educación de los niños, cuajada en nuestras frustraciones y fracasos como adultos, pero queda muy bien inundar la web de artículos exaltando la influencia
feminista de "Wonder Woman" en las niñas.
No concuerdo con ese feminismo de mujeres blandiendo armas cuando surge como una respuesta al saturado cine de acción protagonizado por héroes masculinos, como en los ejemplos antes mencionados. En la misma línea conceptual de "Wonder Woman" (la de demostrar que los hombres están equivocados con su forma de gobernar el mundo) prefiero el feminismo de "La Llegada (Arrival)", un alegato por la paz mundial alcanzable solo mediante un canal de diálogo y entendimiento, y que solo una mujer logra abrir.
Vaya por detrás que
tengo muy claro lo que es el feminismo, que
no es la oposición al machismo,
ni es conceder a las mujeres más derechos que a los hombres, sino la lucha social por un mundo igualitario, donde hombres y mujeres se vean beneficiados por leyes de conciliación laboral, de igualdad salarial, de respuesta efectiva a la impunidad contra el acoso y los feminicidios...
"Wonder Woman", bajo su negra capa de feminismo, siembra el terreno de minas antipersonas (un término que me sirve como carambola para apelar a los que dicen que
"no son pro-hombres ni pro-mujeres, sino pro-personas", otra trampa más del lenguaje)
para perpetuar el problema de la desigualdad entre hombres y mujeres.
Hay muchos temas en torno a la película que darían para multitud de artículos. Por ejemplo, el sexualmente ambiguo personaje que interpreta Elena Anaya (¡qué personaje y actriz tan desaprovechados!), o algunos efectos visuales realmente cutres (esa parte de la pelea en el pueblo que recuerda a
esto), o el
descarado mensaje belicista y propagandista de la película (enmascarado de pacifismo), o el
apoyo de la actriz Gal Gadot al ejército israelí para arrasar
Gaza (siempre, por supuesto, con la convicción de que están liberándoles de los
malvados terroristas -entiéndaseme- de Hamás). ¿Es casualidad que se enfrente a los alemanes, una suerte de nazis en la Primera Guerra Mundial?
Cuando juntas trozos de información y miras el contexto de un producto de ocio masivo como "Wonder Woman", uno se da cuenta de que esta película hace un flaco favor al feminismo y a la lucha por la paz. Es mejor disfrutarla como un entretenimiento épico y frívolo más y quitarle ese halo de película-acontecimiento
"bigger than life" que muchos quieren darle.
Imágenes propiedad de Warner Bros. Pictures.